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Manual
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Hay ciertas cosas que dependen de nosotros mismos, como nuestros juicios, nuestras tendencias, nuestros deseos y aversiones y, en una palabra, todas nuestras operaciones. Otras hay también que no dependen, como el cuerpo, las riquezas, la reputación, el poder; en una palabra, todo aquello que no es de nuestra operación.
Lo que depende de nosotros es libre por su naturaleza, y no puede ser impedido ni forzado de ningún hombre, y, al contrario, lo que no depende de nosotros es servil, despreciable y sujeto al ajeno poder.
Acuérdate, pues, que si juzgas por libre y tuyo lo que de su naturaleza es servil y sujeto al poder ajeno, hallaras muy grandes inconvenientes, y te veras confuso en todos tus designios y expuesto a mil molestias, y al fin acusaras a los dioses ya a los hombres de tu infortunio. Y si, al contrario, creyeres ser tuyo solamente lo que de verdad te pertenece, y supieres considerar como externo o extranjero lo que en efecto lo es, cierto que nada será capaz ni bastante para desviarte de lo que te hayas propuesto hacer; que no emprenderás cosa alguna que te pese; que no acusaras a nadie, ni murmuraras; que ninguno te ofenderá; que no tendrás enemigos, ni padecerás jamas un mínimo desplacer.
Si deseas, pues, tan grandes bienes, sabe que no basta desearlos tibiamente para obtenerlos, sino que conviene evitar del todo algunas cosas y privarte de otras por algún tiempo. Porque si (no contento con el que posees) tienes ambición de entrar en cargos y de amontonar riquezas, acuérdate que pedreras absolutamente los medios verdaderos de granjear la libertad y la felicidad. Y también podrá ser que quedes frustrado de lo que pretendes con tanta pasión.
Cuando se te ofrece algún objeto enojoso, acostúmbrate a decir en ti mismo que no es lo que parece, sino pura imaginación. Luego que hayas hecho esta reflexión, examina el objeto por las regla que ya tienes para ello. Considera si es cosa que depende de ti; porque si no depende, dirás que no te toca.
II
Advierte que el fin del desear es obtener lo que se desea, y el fin de la aversión es huir de lo que se pretende evitar. Y como es desdichado el que se ve frustrado de lo que desea, así es miserable el que cae en lo que mas piensa evitar. Por lo cual, si tienes aversión solamente de lo que depende de ti (coo las falsas opiniones), asegúrate que no caerás jamas en lo que aborreces. Pero si tienes aversión de lo que no depende de ti (como son las enfermedades, la muerte y la pobreza), no dudes que serás miserable, pues que no las puedes evitar, y que has de caer infaliblemente en ellas.
Si quieres ser dichoso, nunca repugnes a lo que no depende de ti; mas transfiere tu odio contra lo que resiste a la naturaleza de las cosas que dependen de tu voluntad. Demás de esto, no desees por ahora nada con pasión; porque si deseas cosas que no dependen de ti, es imposible que no te veas frustrado,. Y si deseas las que de ti dependen, advierte que no estas bastantemente instruido de lo que es necesario para desearlas honestamente. Por lo cual, si quieres hacer bien, acércate a ellas de manera que puedas retirarte cuando quieras. Pero todo esto se ha de hacer con medida y discreción.
III
El verdadero medio de no estar sujeto a turbación es considerar las cosas que son de nuestro gusto o amamos, como ellas son en si mismas. Haz de comenzar el examen por las que importan menos. Por ejemplo: cuando manejas una olla de barro, piensa que es una olla de tierra la que manejas, y que puede quebrarse fácilmente. Porque, habiendo hecho esta reflexión, si acaso se quebrare, no te causara alteración. Asimismo, si amas a tu hijo o tu mujer, acuérdate que es mortal lo que amas, y por este medio te libraras del impensado sobresalto cuando la muerte te los arrebate.
IV
Antes de emprender alguna obra examínala muy bien. Si has resuelto ir al baño, antes de partir represéntate todos los inconvenientes que se siguen de ir al baño: el echarse agua los unos a los otros, el empujarse para tomar mejor lugar, el darse vayas y el perder los vestidos. No dudes que ejecutaras muy seguramente lo que emprendes si dices en ti mismo: “Quiero ir al baño, pero también quiero observar el modo de vivir que me he propuesto.” Sigue esta máxima en todo lo que emprendas; porque por este medio, si te sucede algún inconveniente o alguna desgracia bañándote, te hallaras todo resuelto, y dirás: “No he venido aquí solamente para bañarme, sino también he venido con resolución de no hacer nada contra mi modo de vivir, el cual yo no preservaría si sufriese con algún pesar o desplacer las insolencias que aquí se cometen.”
V
No son las cosas las que atormentan a los hambres, sino las opiniones que se tienen de ellas. Por ejemplo: la muerte (bien considerada) no es un mal; porque, si lo fuera, lo habría parecido a Sócrates como a los demás hombres. No, no; la opinión falsa que se tiene de la muerte la hace horrible. Por lo cual, cuando nos hallamos turbados o impedidos, debemos echar la culpa a nosotros mismos y a nuestras opiniones.
Propio de ignorantes es el culpar a otros de las propias miserias. Aquel que a si mismo se culpa de su infortunio comienza a entrar en el camino de la sabiduría; pero el que ni se acusa a si ni a los demás, es perfectamente sabio.
VI
No te alabes jamas de ajenas excelencias. Si un caballo pudiese decir que es hermoso, en su boca seria tolerable. Pero cuando te alabas de tener un hermoso caballo, sabes lo que haces? Te alabas de lo que no te pertenece. Que es, pues, lo que es tuyo? El uso de lo que esta a tu vista. Por esta razón, si miras las cosas conforme a su naturaleza y juzgas de ellas como debes, entonces te es permitido gloriarte de ellas, porque te alegras con un bien que posees efectivamente.
VII
Si te hallases embarcado y el bajel viniese a tierra, te seria permitido desembarcar para buscar agua; y asimismo nadie te impediría el coger las conchuelas que te hallares en tu camino. Pero te convendría tener la vista siempre en el bajel, atendiendo a cuando el piloto te llamase, y entonces seria menester dejarlo todo de miedo que no te hiciese embarcar atado de pies y manos como una bestia. Lo mismo sucede en la vida. Si Dios te da mujer e hijos, permitido te es amarlos y gozar de ellos. Pero di Dios te llama, conviene dejarlos sin mas pensar, y correr ligeramente a la nave. Y si ya eres viejo, guardate de alejarte de de no estar prevenido cuando seas llamado.
VIII
Nunca pidas que las cosas se hagan como quieres; mas procura quererlas como ellas se hacen. Por este medio todo te sucederá como lo deseas y serás feliz.
IX
La enfermedad es un impedimento del cuerpo, no de la voluntad. Por ejemplo: el ser cojo impide a los pies de andar, mas no embaraza la voluntad de hacer lo que ella quiere, si emprende tan solamente lo que puede efectuar. De esta misma manera puedes considerar todas las cosas que suceden y conocerás que a ti no te embarazan, aunque impiden a los demás.
X
En todo lo que te sucediere, considera en ti mismo el medio que tienes de defenderte. Por ejemplo: si ves una hermosa mujer, advierte que tienes la templanza, que es un poderoso medio para oponer a la hermosura. Si estas obligado a emprender algún trabajo penoso, recurre a la paciencia. Si te han hecho alguna injuria, ármate de la constancia. Y si te acostumbras a obrar de esta manera siempre, nunca los objetos tendrán poder sobre ti.
XI
Nunca digas que has perdido alguna cosa, sino siempre di que la has restituido. Cuando tu hijo o tu mujer murieren, no digas que has perdido tu hijo o tu mujer, sino que los has restituido a quien te los había dado. Pero cuando se nos haya quitado alguna heredad, habremos de decir también que la hemos restituido? Pude ser que pienses que no, porque el que te ha despojado de ella es un hombre malvado, como si a ti te tocara, por cuya mano vuelve tu posesión a quien te la dio. Por lo cual conviene que mientras la tienes a tu disposicion la tengas por extraña, no haciendo mas caso de ella que el caminante hace de las posadas en que se aloja.
XII
Si quieres adelantar en el estudio de la virtud, aparta del entendimiento estos pensamientos: “Si no tengo cuidado de mis negocios, no tendré con que subsistir; si no castigo a mi esclavo, saldrá malo.” Advierte que vale mas morir de hambre y conservar la grandeza del animo y la tranquilidad del espíritu hasta los postreros suspiros, que vivir en la abundancia con un alma llena de inquietud y de tormento. Advierte, te digo, que vale mas sufrir que tu esclavo salga malo que hacerte tu mismo desdichado.
Verdaderamente es dueño de todas las cosas el que tiene poder de retener las que quiere y de desechar las que le disgustan. Cualquiera, pues, que tenga deseo de ser libre de esta suerte, conviene que se acostumbre a no tener deseo ni aversión alguna de todo lo que depende del poder ajeno. Porque, si obra de otra manera, caerá infaliblemente en la servidumbre.
XV
Acuérdate que debes comportarte en la vida como en un banquete. Si se pone algún plato delante de ti, puedes meter la mano y tomar honestamente tu parte; si solo pasa por delante de ti, guardate bien de detenerlo o de meter la mano en el temerariamente: antes, espera apacible a que vuelva a ti. Lo mismo debes hacer para con tu mujer, tus hijos, las dignidades, las riquezas y todas las otras cosas de este genero. Porque por este medio te harás merecedor de comer a la mesa de los dioses. Empero, si eres tan generoso que rehuses también lo que te presentan, no solamente serás digno de comer a la mesa de los dioses, sino que merecerás tener parte en su poder. Diógenes y Heráclito fueron reputados por hombres divinos (como lo eran en efecto) por haber obrado de esta manera.
XVI
Cuando veas suspirar a alguno porque su hijo partió de su casa, o por haber perdido lo que poseía, no te dejes vencer de este objeto ni te imagines que aquel sea efectivamente desdichado por la perdida de estas cosas extrañas. Haz de ti mismo esta distinción y di luego: “No es este accidente el que aflige a este hombre, pues que no toca a otros muchos; lo que le atormenta es la opinión que ha concebido.” Consecutivamente, haz todo lo posible desengañanrle y sanarle de esta mala opinión. Y asimismo fingirás estar triste y compadecerte de su aflicción si lo juzgas a propósito. Mas guardate, sobre todo, que, fingiéndolo, no te entristezcas efectivamente en tu corazón.
XVII
Acuérdate que conviene que representes la parte que te ha querido dar el autor de la comedia. Si es corto tu papel, represéntale corto; y si largo, represéntale largo. Si te manda hacer el papel de pobre, hazle naturalmente lo mejor que pudieres. Y si te da el de príncipe, el de cojo o el de un oficial mecánico, a ti te toca el representarlo y al autor el de escogértele.
XVIII
Si por acaso algún cuervo vuelve a graznar, no te cause alteración. Haz luego en ti mismo esta reflexión: “No grazna por mi este cuervo; puede ser que sea por mi cuerpo o por el poco bien que poseo, o por mi reputación, o por mi hijos y mi mujer; cuanto a mi, no hay nada que nome sea presagio de dicha, porque a mi solo me toca sacar provecho y utilidad de cuanto sucediere.”
XIX
Puedes ser invencible si nunca emprendes combate de cuyo suceso no estés seguro y solo cuando sepas que esta en tu mano la victoria.
Cuando veas a alguno promovido a dignidades, o favorecido, o acreditado, no te dejes llevar de la apariencia ni digas que es dichoso. Pues la verdadera tranquilidad de espíritu consiste en no desear sino lo que depende de nosotros mismos; no ha de acusarnos celos ni envidia e lustre de las grandezas. No has de tener ambición de ser senador, cónsul ni emperador; conviene que cuides solamente de ser libre; en esto se han de terminar todas tus pretensiones. Un solo medio hay para alcanzarlo, que es menospreciar todo lo que no depende de nosotros.
XX
Acuérdate que no te ofende el que te injuria ni el que te golpea, sino la opinión que has concebido. Cuando alguno, pues, sea causa de que hayas encolerizado, sabe que no es e, sino tu opinión, la que te irrita; por lo cual, conviene estar atento a no dejarte llevar de tu pasión, porque cuanto mas presto lo hicieres tanto mas fácilmente la domaras.
XXI
Ten cada dia delante de los ojos la muerte, el destierro y las otras demas cosas que la mayor parte de los hombres ponen en el numero de males. Pero cuida particularmente de la muerte, porque por este medio no tendrás ningún pensamiento bajo ni servil, ni desearas nunca nada con pasión.
XXII
Si tienes designio de perfeccionarte en el estudio de la filosofía, prepárate a sufrir las burlas y las befas de todo el mundo. Dirante; “Como te has hecho filosofo de golpe? De donde te viene este severo semblante?” Búrlate de todo como no sea verdad lo que te dicen ni tengas la gravedad de que te reprendan. Compórtate solamente con los que te parecieren mejor, de manera que nada sea bastante a moverte, y queda en esto tan firme como si Dios te lo hubiese ordenado. Si persistes en la misma resolución y quedas constante en el mismo estado, serás objeto de admiración por los que antes se burlaban de ti. Si al contrario, decaes y mudas una vez de resolución, todo lo que has hecho servirá solamente para dar causa a que se redoblen las burlas y los escarnios contra ti.
XXIII
No te complazcas en lo exterior. Conténtate con ser un filosofo en todo. Si, además, quieres parecerlo, parécetelo a ti mismo, y que eso te baste.
XXIV
No te embaraces el entendimiento con pensar que no se hará caso de ti, que no recibirás honra alguna. Si el no recibir honra fuese un mal, seguiriase que estaría en poder ajeno el hacernos desdichados, lo cual no puede ser, porque como no podemos caer en el vicio por acción ajena, así no podemos caer en el mal por ajena acción. Depende de ti el tener la soberana autoridad, el ser convidado a los festines y, finalmente, poseer todos los demás bienes extraños? No depende de ninguna manera. Como puedes decir que vivirás en ignominia si no gozas de tales cosas? Como puedes quejarte que no serás estimado? Pues que debes encerrar todos tus deseos y todas tus pretensiones en ti mismo y en lo que depende de ti, donde te es permitido el estimarte cuanto quisieras.
Puede ser, me dirás, si vivo así, que no llegare nunca a estado de servir a mis amigos. ¡Oh, cuan engañado estas! Como piensas que se te ha de entender esta proposición? Conviene asistir a los amigos? No quiere decir que se les haya de dar dinero ni hacerlos ciudadanos de Roma, puesto que esto no esta en nuestro poder y que es imposible el dar a otro lo que no se tiene.
Ya preveo que me responderás que se ha de hacer todo lo posible para alcanzar haciendas y crédito a fin de socorrer a los amigos en las necesidades, pero si puedes mostrarme camino por donde se pueda adquirir esto conservando la honestidad, la fe y la generosidad, te prometo emplear toda clase de medios para alcanzarlo si me pides que yo pierda mis bienes por adquirirte otros que no son verdaderos bienes, considera que es injusto y contra razón. Juzga si no debes hacer mas caso de un amigo honesto y fiel que del dinero. Haz, pues, lo que puedas para conservarme estas calidades, y nunca me obligues a hacer cosa que sea capaz de hacérmelas perder.
Replicarasme que por este medio no harás ningún servicio a tu patria. Pero que entiendes por estas palabras? Verdad es que no la adornaras con pórticos o baños públicos. No son los herreros los que abastecen la villa de zapatos, ni los zapateros los que le dan las armas; basta que cada uno haga su oficio. Piensas ser inútil a tu patria cuando le das un ciudadano que es hombre honrado y virtuoso? Pues advierte que no sabrías hacerle mayor servicio.
Deja de hoy en adelante estos discursos, No digas que no tendrás dignidad alguna en tu ciudad. Poco importa en que estado te halles como no olvides la honra y la fidelidad. Piensas hacerte útil a tu patria si te apartas de la virtud? Imagina que provecho sacara de ti cuando te hayas hecho pérfido e imprudente.
XXV
No te ofendas de que sienten a la mesa a otro en mejor lugar que tu, ni de que le saluden primero o se tome su consejo y no el tuyo, porque si estas cosas son buenas, te has de holgar de que le hayan sucedido y si malas, no te debe pesar porque no te sucedan. Además, acuérdate que pues que haces profesión de no hacer nada para obtener las cosas exteriores, que no es maravilla si no las alcanzas y que te prefieran otros que han hecho todos sus esfuerzos para adquirirlas.
En efecto, no es justo que el que no se mueve de su casa tenga tanto crédito como aquel que hace visitas todos los días y esta perpetuamente a la puerta de los grandes. No es razón, digo otra vez, que sea tan estimado el que no puede resolverse a alabar a nadie, como el que da excesivas alabanzas por las mínimas acciones. Seria en verdad injusto e insaciable, todo junto, querer tener de balde estos bienes y sin comprarlos al precio que ellos cuestan.
Supón, por ejemplo, que se venden lechugas y que valen un dinero; si alguno paga el precio, se las dan, pero si tu no quisieres pagar nada, no las tendrás. Serias por eso de peor calidad que el otro? No, de ninguna manera; porque si aquel tiene lechugas, tu tienes dinero.
Lo mismo es en las cosas de que hablamos. Si no eres convidado al banquete, es porque no has pagado el escote. El que lo da, lo vende por alabanzas, por servicios y por sumisiones. Si tienes gana de ser admitido, resuélvete a comprarlo por el precio que cuesta. Porque pretender estas cosas sin hacer lo que es necesario para alcanzarlas, es ser insaciable y haber perdido el sentido.
Crees también que si pierdes esta cena no tienes nada en recompensa? ¡Oh!, tienes algo mucho mas excelente; no has alabado al que no querías alabar; no has sufrido la insolencia del soberbio modo con que trata a los que vienen a su mesa. Esta es la ganancia que has hecho.
XXVI
Por la opinión que tenemos de las cosas que nos tocan podemos conocer lo que desea la naturaleza. Cuando el criado de tu vecino rompe un vidrio decimos luego que aquello sucede ordinariamente. Conviene comportarse de la misma manera cuando te rompa el tuyo, y quedar tan mesurado como cuando se rompió el de tu vecino. Aplica esto también a las cosas mayores. Cuando el hijo o la mujer del vecino se mueren, no hay quien no diga que eso es natural; pero cuando nos sucede tal accidente nos desesperamos y gritamos diciendo: “!Ah! ¡Cuan desdichado soy! ¡Ah! ¡Cuan miserable!” Pero deberás acordarte en este suceso lo que sientes cuando a otro le acontece la misma cosa.
XXVII
La naturaleza del mal esta en el mundo como un blanco puesto para adiestrarnos y no para hacernos errar.
XXVIII
Si alguno entregase su cuerpo al primero que encontrase para hacer de el lo que quisiese, seguro estoy de que no lo tendrías por bueno y que te enojarías. Y, no obstante, no tienes vergüenza de exponer tu alma al capricho de todo el mundo; porque luego que te dicen alguna injuria te turbas y dejas llevar del sentimiento de de la cólera.
XXIX
No emprendas, pues, nada sin considerar antes lo que ha de seguirse a tu empresa, y si obras de otra manera podrá ser que tu designio te salga bien al principio y tengas placer; pero ten por seguro que después te avergonzaras y que te arrepentirás pronto o tarde.
Sin duda te holgarías de ganar la victoria en los juegos olímpicos. Asegúrate que yo tendría tanta gana como tu, porque no te puedo negar que es bella cosa. Mas si tienes este designio has de considerar lo que precede y lo que se sigue a tal empresa. Hecha esta reflexión, observaras lo siguiente: acostúmbrate a guardar buen orden; a no comer sino por necesidad, a abstenerte de toda suerte de viandas apetitosas; a no beber jamas frío, sin que nada sea capaz de estorbártelo; finalmente, te has de sujetar al maestro de armas como a un medico; después entraras en la tela o en el palenque. Pero te conviene resolverte a cuanto te pudiere suceder; tal vez a herirte las manos y los pies, y tal vez a ser azotado, y después de todos estos trabajos estas también en riesgo de ser vencido.
Pero si nada de esto te hacer mudar de propósito y quedas en tu primera resolución, entonces podrás emprender el combate de la lucha. Porque si haces de otra suerte te sucederá como a los niños que imitan a los gladiadores, los luchadores, los flauteros, los trompetas, y que asimismo representan tragedias haciendo toda suerte de oficios, sin ser capaces de ninguno. Imitaras, como mona, todo lo que vieres hacer a otros, y dejaras ligeramente una cosa para comenzar otra. Quieres saber la causa? Es que emprendes sin premeditación, que te dejas llevar temerariamente y que solo sigues tu primer movimiento y tu capricho.
Haces como los que tienen gana de ser filósofos, cuando oyen decir a alguno: “Oh que bien ha hablado Eufrates! ¡Quien pudiera hacer un razonamiento tan alto y de tanta fuerza como el!”
¡Oh, hombre, quienquiera que seas! Si quieres salir con tus designios, considera primeramente lo que deseas hacer, y mira si lo que emprendes es conforme a tu naturaleza, y si ella podrá resistir. Si tienes gana de ser luchador, advierte si tus brazos son harto fuertes, si tus muslos y tus lomos son propios para ello, porque los unos nacieron para una cosa y los otros para otra.
Cuando hayas comprendido la filosofía, si pensases beber y comer, y hacer el melindroso como antes, te engañaras mucho. Es menester resoverse a trabajar, a dejar los amigos, a ser tal vez despreciado de un criado y a ver a otros mas honrados y acreditados que tu para con los grandes, los magistrados y los jueces en cualquier negocio que pueda ofrecerse.
Medita, pues, sobre todas estas dificultades, y considera si no prefieres poseer la tranquilidad del espíritu, la libertad y la constancia. Porque si no haces esta reflexión, advierte que (al ejemplo de los niños de que te he hablado) no seas ahora filosofo, poco después bandolero, luego orador, y, últimamente, procurador del Cesar. Créeme: nada de esto conviene lo uno con lo otro. Considera que solo eres un hombre y que es necesario que seas eternamente bueno o constantemente malo, que te apliques solamente a perfeccionar el espíritu y la razón o que te dediques a las cosas exteriores y que te pierdas absolutamente, porque es imposible hacer lo uno y lo otro juntamente. Es decir, que es necesario tengas el estado de filosofo o de hombre de común calidad de los del menudo pueblo.
XXX
Todos los deberes a que somos obligados se han de medir con la calidad de las personas a quienes se deben. Si es un padre, tu oficio te obliga a cuidar de el y a cederle en todo. Si te injuria o te golpea, le has de sufrir con paciencia. Podrá ser que me digas: “Mi padre es un malvado.” No es buena excusa. Cuando la naturaleza te dio padre no se obligo a dártelo bueno. Así, cuando tu hermano te hace algún agravio, no repares en lo que el te hace, sino considera a lo que te obliga la hermandad y como te debes gobernar con el para no hacer nada que no sea conforme a naturaleza. En efecto, persona ninguna te puede ofender si tu no quieres, y si te hace injuria es solamente cuando tu crees que se te hace; juzga lo mismo de todo lo restante. Aprenderás lo que debes al vecino, al ciudadano y al general del ejercito, si te acostumbras a considerar lo que son.
XXXI
Sabe que el punto principal de la religión consiste en tener buen concepto de los dioses, como creer que en efecto son y que gobiernan el mundo con bondad y justicia. Que es menester obedecerlos; que nos debemos contentar con todo lo que hacen y seguir inviolablemente sus ordenes, como nacidas de una inteligencia muy excelente y muy perfecta, porque de esta manera no los acusaras nunca ni te quejaras de que te hayan desamparado.
Pero esto no se puede hacer si menosprecias todo aquello que no depende de ti, y si no comprendes todo el bien y todo el mal en lo que depende de ti absolutamente. Porque si piensas que el bien o el mal sea alguna otra cosa, te equivocaras muchisimas veces en lo que deseas, caerás en aquello de que huyes y culparas y aborrecerás a los que fueron causa de tus desdichas.
En efecto, como es natural a todos los animales el huir de lo que les puede dañar, y tener aversión a todos los que pueden hacerles mal, también tienen la misma inclinación a abrazar los que les es útil y acariciar a todos los que les pueden hacer bien. De suerte que es imposible que una persona que cree haber recibido daño se alegre con el que se le ha hecho, ni que el desagrado que ha recibido le de gusto.
Por esto algunas veces injuria el hijo al padre, porque no le da lo que se tiene por bien entre los hombres. Esto mismo causo la guerra entre Eteoles y Polinice, porque se habían imaginado que el imperio era un bien. De aquí procede también que el labrador, el piloto, el mercader y los que pierden sus mujeres y sus hijos blasfeman contra los dioses. Ordinariamente se encuentra la piedad donde se halla la utilidad, y por esta razón el que cuida de no desear ni huir cosa que no sea digna de huirse ni de desearse estudia el mismo tiempo en ser hombre de bien y pío.
Es menester que cada uno haga sus ofrendas y sacrificios según la costumbre del país donde mora, con mucha modestia, sin ser avaro ni prodigo, poniendo en esto toda la pureza y toda la diligencia que se requiere.
XXXII
Cuando vas a consultar al adivino, sin duda ignoras lo que ha de suceder, porque para eso le consultas; pero para saber si lo que ha de suceder será bueno o malo no necesitas de adivino; que ya lo sabes, si eres filosofo. Porque si es alguna cosa que no depende de ti (como necesariamente loes, pues que ignoras el suceso), puedes seguramente decir que no es buena ni mala.
Cuando vayas al adivino no lleves deseo ni aversión, porque de otra suerte te acercaras a el siempre temblando. Ten por máxima que todo acontecimiento es indiferente y que no podrá impedirte ni estorbarte lo que te has propuesto hacer, y que, comoquiera que sea, esta siempre en tu poder el usar bien de el. Acércate, pues, a los dioses con espíritu firme y seguro, y considéralos como los que te pueden dar muy buenos consejos. Cuando te hayan dado alguna repuesta, síguela exactamente. Considera quienes son los que has consultado y que no podrías desobedecerlos sin menospreciar su potencia y sin incurrir en su indignación.
Las cosas de que se ha de consultar al oráculo son aquellas, como decía Sócrates, cuya consideración se refiere propiamente a la suerte y que no pueden ser previstas por la razón ni por ningún arte; de manera que, cuando toca a la defensa de tu patria o de tu amigo, no es menester ir al adivino para eso, porque si te dice que las entrañas de la víctima dan presagio de mal suceso, es señal infalible que morirás estropeado o desterrado, lo cual podría ser que te estorbase el designio que tu tenias. No obstante, la razón pide que socorras, con peligro de tu misma vida, a tu amigo y a tu patria. Sea pues, tu recurso el mayor oráculo. Vete al oráculo Pitio, que echo de su templo a un hombre porque en tiempo pasado no había socorrido a uno de sus amigos a quien mataban.
XXXIII
Conviene que te prescribas una cierta manera de vivir o una ley que observes inviolablemente en cualquiera parte que puedas estar, sea conversando entre los hombres o retirado en tu vida privada.
Guarda el silencio cuando te fuere posible. Nunca digas sino lo que absolutamente es necesario, y en ello emplea las menos palabras que pudieres. Cuando se ofrezca la ocasión de hablar, no te pongas a discurrir de los gladiadores, ni de los juegos del circo, ni de los luchadores, ni del comer y beber, ni de todas las demás impertinencias con que la mayor parte del mundo se entretiene. Mas, sobre todo, advierte que en tus discursos no uses de alabanzas ni desprecios, ni hagas comparación de personas.
Cuando estuvieres entre tus amigos, si la conversación fuere poco honesta, haz cuanto pudieres para hacerlos mudar de discurso; mas, si estas entre extraños, no hables palabra.
No rías mucho, ni a menudo, ni a carcajadas.
Si puede ser, nunca jures, y si te excitan a que jures, haz primero todo lo posible para excusarlo.
Evita las fiestas populares, y si tuvieras que acudir a ellas, reflexiona y cuida de tus acciones para que no caigas insensiblemente en la manera de obrar del pueblo; porque es menester que sepas que es imposible que dejes de ensuciarte (por mas limpio que estés) si te restriegas con tu compañero que esta sucio.
De todo lo que sirve al cuerpo (como el comer, el beber, los vestidos, las casas y los criados), no tengas mas que lo que pide la necesidad y cuanto ha menester el espíritu para estar sano, y desecha todo lo que sirve al lujo y a los deleites.
Abstente cuanto te fuere posible del placer de las mujeres hasta que seas casado, y cuando lo seas usa del matrimonio legítimamente y como manda la ley. Mas cuando lo hagas así, no pienses gloriarte de ello y reprender a los que viven de otra manera.
Si te vienen a decir que alguno ha hablado mal de ti, no te embaraces en negar lo que ha dicho; responde solamente que no sabe todos tus otros vicios, y que de conocerlos hubiera hablado mucho mas.
No es necesario frecuentar los teatros; mas cuando hubiere ocasión de ir a ellos, compórtate de modo que parezca que tienes intento de agradarte a ti solo, es decir, que las cosas se hagan de la manera que se hacen y que sea vencedor el que en efecto lo es, porque por este medio todo te sucederá bien y no te alteraras de suceso alguno. Sobre todo te abstendrás de los clamores, de los alaridos y de las emociones del pueblo. Cuando te hayas retirado no te entretendrás en discurrir de lo que ha pasado. Esto no sirve de nada, ni contribuye de ninguna manera a tu enmienda. Si haces de otra suerte, darás a conocer que has admirado el espectáculo y que has participado de las mismas pasiones que el pueblo.
No vayas a las lecturas de los poetas y de los oradores, y cuando fueses convidado a asistir a ellas, haz todo lo posible para excusarte. Mas cuando te hallares en ellas, conserva siempre una honesta gravedad y procura que haya firmeza y confianza en tus acciones, y sobre todo guardate de ser importuno y de enojar a nadie.
Cuando tengas que hacer con alguna persona de calidad, considera (antes de emprenderlo) lo que hicieran Sócrates y Zenón en ocasión semejante. Si obras así, seguro estarás de no haber hecho cosa que no sea conforme a razón.
Cuando vayas a hablar a algún grande, imagina que no le hallaras en casa, o que estará encerrado, o que las puertas no estarán abiertas para ti, o que te menospreciara. Si, no obstante todo esto, te importa ir, conviene que sufras con paciencia todo lo que podrá suceder; que no murmures contigo mismo, ni al fin digas: “Este hombre la echa de muy gran señor.” Tal discurso pertenece al pueblo y a las personas que se preocupan con las cosas exteriores.
Cuando te hallares en compañía, no te extiendas demasiado en contar tus hazañas ni los peligros que has pasado. No has de creer que los demás tengan tanto placer de escucharte como tu tienes gusto de discurrir.
No pretendas jamas hacer reír, porque además de ser el verdadero medio de caer en el modo de obrar del vulgo, te disminuye el respeto y la estimación que se te debe.
Es muy peligroso conversar de cosas deshonestas, por lo cual, cuando te hallares presente, debes (si encuentras ocasión o lo juzgares a propósito) reprender al que te hubiere comenzado el discurso, o por lo menos mostrar, por tu silencio y por el color vergonzoso de tu rostro, que te desagrada la conversación.
XXXIV
Si concibes la idea de algún placer, conviene conservar en este caso la misma moderación que en todas las otras cosas. Mira desde luego que no dejes arrebatarte de esta idea y examínala en ti mismo y toma tiempo de hacer reflexión sobre ella. Considera después la diferencia que hay del tiempo en que gozaras de este placer y de aquel que, después de haberle gozado, te arrepentirás y te aborrecerás a ti mismo. Represéntate también la satisfacción y el gusto que tendrás si te abstienes. Pero cuando puedas gozar legítimamente de esta clase de placeres, no te dejes llevar enteramente ni te dejes vencer de las caricias, las dulzuras, los halagos y los hechizas que ordinariamente acompañan al deleite. Juzga que el gozo interior que recibirás en haber alcanzado la victoria es lo mas excelente de todo.
XXXV
Cuando hayas resuelto hacer alguna cosa, no temas que te miren, aun cuando el pueblo lo tome a mala parte; porque si lo que haces es bueno, nada debes temer, que seria injusto reprenderte. Si, al contrario, es malo, no solamente has de evitar ser visto, sino que estas obligado a desistir de la empresa.
XXXVI
Como estas afirmaciones: “Es de día, es de noche”, son muy verdaderas si las separas por la partícula disyuntiva o son absolutamente falsas si las atas con la partícula conjuntiva, así, cuando estas en un festín y tomas lo mejor que se sirve a la mesa, si miras a tu cuerpo en particular, haces una cosa muy excelente para tu cuerpo, pero si consideras la comunidad y la igualdad que se debe guardar entre los convidados, haces una acción muy deshonestas. Por lo cual, cuando alguno te convida a comer, no solamente has de mirar a tu apetito y a lo que mas te agrada, sino que estas también obligado a conservar la honra y el respeto debido a quien te convido.
XXXVII
Si aceptas un cargo para el cual no bastan tus fuerzas (además de que darás mala cuenta de el), te estorba a emplearte en otro de que salieras perfectamente bien.
XXXVIII
Cuando te paseas reparas en no caminar sobre los clavos que se encuentras en tu camino. Así, en la vida has de tener cuidado que la parte superior de tu alma no sea ofendida por algunas pasiones brutales o por algunas falsas opiniones; porque saldrás mas fácilmente con tus designios si observas estas máximas en todas las cosas que emprendas.
XXXIX
Las necesidades del cuerpo deben ser la medida de lo que cada uno debe tener, como el pie es la medida del zapato; guarda bien esta regla. Nunca te apartaras de la medianía di de los limites que ella te prescribe, y si la desdeñas caerás infaliblemente en el precipicio porque cuando la curiosidad te ha hecho tener zapatos al uso y que exceden a la medida de tus pies, entonces los quieres dorados, los quieres de púrpura, los quieres bordados y de una obra preciosa y magnifica. Así es de las riquezas. Cuando traspasas la medianía no hay mas limite para ti y te vas insensiblemente a toda suerte de lujo y de exceso.
XL
Luego que las doncellas han llegado a la edad de catorce años, los hombres comienzan a llamarlas sus damas, lo cual las hace conocer que la naturaleza las puso en el mundo para ellos y que deben procurar agradarles. Ellas se tocan y adornan lo mejor que les es posible y ponen todas sus esperanzas en sus ornamentos, por lo cual conviene hacerlas comprender que no las hacen reverencia y cortesía sino porque son modestas, prudentes y virtuosas.
XLI
El aplicarse demasiado a las cosas corporales es señal de un alma baja, como el ser continuo en los ejercicios de comer y beber mucho, el darse demasiado a las mujeres y gastar mas tiempo del que es menester en las demás funciones del cuerpo. Todo esto se ha de hacer de prisa y como de paso. Al espíritu se han de dar todos nuestros cuidados.
XLII
Cuando alguno te hace mal o habla mal de ti, acuérdate que cree deberlo hacer así. Piensas tu que pueda dejar su opinión para seguir la tuya? Si no juzga sanamente de las cosas y se engaña, ya sufre la pena y padece todo el daño. Cuando alguno juzga que una cosa verdadera es falsa porque es oscura y envuelta en tinieblas, por eso no ofende la verdad. El que así juzga se hace agravio a si mismo. Si sigues esta máxima cuando alguno te diga injurias, las sufrirás con paciencia porque dirás para ti: “Este hombre piensa que lo que hace esta bien hecho.”
XLIII
Cada cosa tiene dos caras, de las cuales una es soportable y la otra insoportable. Por ejemplo: cuando tu hermano te injuria no lo mires como que te injuria, porque lo que hace, a tomarlo así, es insoportable. Considéralo mas bien como tu hermano y que os habéis criado juntos. De esta manera lo tomaras de modo que puedas hacer su acción soportable.
XLIV
Estas clases de proposiciones no convienen unas a otras: “Soy mas rico que tu, luego soy mejor; soy mas elocuente que tu, luego soy mas hombre de bien.” Pero estos son buenos argumentos: “Soy mas rico que tu, luego mis riquezas valen mas que las tuyas; soy mas elocuente que tu, luego mi modo de hablar es mas excelente que el tuyo.” De manera que como no has de anhelar por la elocuencia ni por las riquezas, esto de debe dar muy poco cuidado.
XLV
Cuando ves alguno en el baño que se lava pronto no digas que se lava mal, sino que se lava muy pronto. De la misma manera, si alguno bebe mucho, no digas que bebe mal por beber así, di simplemente que bebe mucho. En efecto, de donde aprendiste que hizo mal para formar tal juicio? Si así te retienes en tus opiniones, penetraras en los pensamientos ajenos y los tuyos serán conformes a los de los otros.
XLVI
En cualquiera parte que estés no digas nunca que eres filosofo ni te pongas a hablar delante de ignorantes de las máximas que sigues; haz solamente lo que ellas te ordenan. Cuando se esta en un banquete no es ocasión de hablar de comer con crianza, se debe comer con crianza sin decirlo. Sócrates no reparaba en la ostentación. Jamas hubo persona que sufriese de otros con tanta constancia. Cuando algunos (por menosprecio que hacían de el y de su doctrina) le venían a rogar que los condujese a casa de los otros filósofos y emplease para ello su recomendación, en lugar de disuadirlos los conducía con muchisima cortesía. Muy poco se le daba que prefiriesen la doctrina de otros a la suya.
Si sucede, pues, que se habla de algún axioma de filosofía delante de ignorantes, guarda silencio cuanto te fuere posible, porque hay gran peligro de que vomites lo que aun no has digerido. Si alguno te dice que eres ignorante y no te alteras por ello, sabe que has hecho ya parte de lo que tus preceptos te ordenan. Las ovejas no vuelven a dar el heno ni la hierba que han comido, pero en recompensa engordan y dan leche y lana a sus dueños. Así tu no te has de ocupar en conversar con los ignorantes de tus preceptos, porque es señal de que no los has digerido. Debes instruirlos con tus acciones.
XLVII
Si has aprendido a satisfacer tu cuerpo con poco, no te vanaglories contigo mismo. Si te has acostumbrado a beber agua solamente, no pienses andarte alabando de ello. Y si alguna vez quieres ejercitarte en tu trabajo, ejercítate privadamente y no desees ser visto de los demás, a ejemplo de los que (siendo perseguidos por personas de autoridad) corren a abrazar las estatuas para juntar el pueblo y en este estado gritan que les hacen violencia. Cualquiera que así busca la gloria, la busca por fuera y pierde el fruto de la paciencia y de la frugalidad, porque establece el fin de estas excelentes virtudes en la opinión de la multitud. Cierto que toda afectación es esto es vana e inútil. Si quieres acostumbrarte a la paciencia, toma agua fría en tu boca cuando tienes gran sed y arrójala luego sin tragar una sola gota y no digas nada a nadie.
XLVIII
El no esperar nunca de si mismo ni bien ni mal, sino siempre de cosa extraña, es señal de hombre vulgar e ignorante; como, al contrario, es señal de filosofo esperar de si mismo todo su mal y su bien.
Las señales por donde se conoce que un hombre progresa en el estudio de la virtud son: no reprender, no alabar, no menospreciar ni acusar a nadie, no alabarse nunca de lo que el mismo es ni de lo que sabe, acusarse cuando de le impide o prohibe hacer alguna cosa, burlarse a sus solas de los que le alaban, no enojarse cuando lo reprenden, sino hacer como los que están convalecientes, que andan muy paso a paso por no mover los humores.
Tener absoluto poder sobre sus deseos, no tener aversión sino de lo que repugna a la naturaleza de las cosas que dependen de el; no desear nada con pasión; no dársele nada de ser tenido por sabio o por ignorante. En suma, desconfiar de si mismo como de un enemigo domestico cuyas asechanzas son dignas de ser temidas.
XLIX
Cuando alguno se alaba de que comprende y puede explicar los libros de Crisipo, dirás para ti: “Si Crisipo no hubiera escrito oscuramente, no tuviera nada de que gloriarse.” Además, no es esto lo que busco; mi designio es estudiar la naturaleza y seguirla. Cuando oigo, pues, que el interpretado es Crisipo, leole, y si no le entiendo busco alguno que me lo pueda explicar. Hasta aquí no he hecho aun nada de excelente ni loable, porque cuando haya hallado quien me explique este filosofo me faltara aun lo principal, que es poner por obra sus preceptos; porque si me quedo simplemente admirando la explicación de Crisipo, de filosofo que era me vuelvo gramático. Toda la diferencia que hay es que, en lugar de Homero, explico a Crisipo. De aquí procede que me avergüence mas el no poder hacer acciones conformes a sus preceptos que el no entenderle.
L
Observa lo que te he dicho como leyes inviolables que no sabrías quebrantar sin ofender la piedad, y no se te de nada de todo lo que se pueda decir, pues que esto no esta en tu mano ni depende de ti.
LI
Hasta cuando dilatas el aplicarte a estas cosas y a poner en practica estas excelentes instrucciones? Cuando cesaras de violar las leyes de la verdadera razón? Ya has sabido los preceptos que debes abrazar, supongo que ya los abrazaste, pero dame alguna señal. Que maestro aguardas aun para cuya venida retardas tu enmienda? Advierte que ya no eres mozo y que estas en edad de hombre maduro. Si desprecias estos preceptos y no haces de ellos reglas para tus costumbres, te olvidaras de día en día y añadirás termino a termino y resolución a resolución, y así se te pasara la vida sin que hayas hacho algún progreso en el estudio de la virtud. En fin, vivirás y morirás como el hombre mas bajo del pueblo.
Ahora, pues, abraza la vida de un hombre que se perfecciona y que aprovecha. Atiende como a ley inviolable a todo lo que te parece lo mejor. Si se te presenta alguna cosa penosa o agradable, gloriosa o infame, acuérdate que es tiempo de combatir, que es menester entrar en la liza, que los juegos olímpicos han llegado y que ya no es tiempo de volver atrás. Mira que importa tu establecimiento al perder o ganar la victoria.
Por este medio llego Sócrates a la grande sabiduría que se ha visto, presentándose a todos sucesos y no escuchando otro consejo que el de la razón. Para ti, que no eres Sócrates, bastarate vivir como hombre que quiere llegar a ser tan sabio como el.
LII
La primera y la mas necesaria parte de la filosofía es la que trata del uso de los preceptos; por ejemplo, “no mentir”. La segunda es la que trata de las demostraciones; por ejemplo, “la razón por que no se ha de mentir”. Y la tercera es la que confirma y examina las otras dos partes; por ejemplo, dice “por que la tal cosa es demostración y también enseña lo que es demostración, consecuencia, disputa, verdad, falsedad y todo lo demás”.
La tercera parte sirve para la segunda y la segunda parte la primera. Pero la primera es la mas necesaria de todas y es aquella a que nos debemos aplicar mas particularmente. No obstante, obramos todo al contrario. Nos detenemos solamente en la tercera parte y en ella empleamos todo nuestro estudio y nuestro tiempo y nos olvidamos enteramente de la primera. Así no dejamos de saber probar que no se debe mentir, y con todo eso no dejamos de mentir todos los días y a todas horas.
LIII
Al principio de todas tus empresas ten siempre en la boca estas palabras: “Condúceme, oh Zeus, y tu, destino, a donde este ordenado por vosotros que yo vaya. Os seguiré gustoso. Y si no quisiere, por ser malo, aun así os seguiré de igual modo.”
También dirás algunas veces estas otras: “El que sabe ceder a la necesidad, no caduca en el secreto de la Divinidad.”
Mas acuérdate, sobre todo, de aquellas hermosas palabras que dijo Sócrates, estando en la cárcel, a su amigo Critón: “Amigo querido; si los dioses amenazan mi vida con las funestas señales de una horrible tempestad y si han resuelto la sentencia de mi muerte, mi espíritu se somete sin resistir. No pretendo, no, prolongar mis años. Mis dos fieros enemigos, Anito y Melito, son dueños de mi vida y me la pueden quitar. Mi cuerpo, flaco y mortal, les obedece; pero mi espíritu, ¡oh Critón!, esta libre de su poder, y aunque su vano furor se vuelve contra mi, no me podrán privar de mi fe ni de mi virtud.”