Nadakedecir*
La muerte de Séneca.
Heiner
Müller
¿Qué pensó Séneca y no dijo cuando el capitán de
la guardia personal de Nerón, en silencio, sacó el veredicto de muerte de la
coraza torácica lacrado por el alumno para el profesor?
A escribir y a
lacrar había aprendido y a despreciar todas las muertes salvo la propia. Reglas
de oro de todo arte de Estado.
¿Qué pensó Séneca y no dijo,
cuando les prohibió el llanto a las visitas y a los esclavos que habían
compartido su última comida con él?
Los esclavos sentados al final de la
mesa.
Las lágrimas no son filosóficas.
Lo fatal debe ser
aceptado.
Y en cuanto a ese Nerón que había asesinado a su madre
y a sus hermanos porqué debía hacer una excepción con su maestro?
¿Porqué
desistir de la sangre del filósofo
que no le había enseñado a derramar
sangre?
Y cuando hizo que le cortaran las venas primero en los
brazos,
y a su esposa, que no quiso sobrevivir a su muerte,
y
probablemente fue un esclavo quien lo hizo,
-también la espada que Bruto
hizo caer sobre sí mismo
al final de su esperanza republicana
tuvo
que ser sostenida por un esclavo.
¿Qué pensó Séneca y no dijo,
cuando la sangre fue dejando su cuerpo demasiado viejo de manera demasiado lenta
y el esclavo obediente
le abrió también a golpes las venas de las
piernas
y los huecos poplíteos?
Murmullos con cuerdas vocales
resecas.
Mis dolores son mi propiedad. Lleven a mi mujer a la pieza
contigua. Que mi secretario venga a verme.
La mano ya no pudo sostener la
pizarra para escribir,
pero el cerebro seguía trabajando.
La
máquina fabricaba palabras y frases, anotaba los dolores.
¿Qué
pensó Séneca y no dijo, entre las letras de su último dictado, recostado en el
sofá del filósofo?
¿Y, cuando vació la copa con el veneno de Atenas
porque la muerte se hizo esperar aún,
y el veneno que había ayudado a
muchos antes que él solamente logró escribir una nota al pie
en su cuerpo
casi desprovisto de sangre, no un texto claro?
¿Qué pensó Séneca
sin habla finalmente
cuando marchó hacia la muerte en el baño de
vapor,
mientras el aire danzaba delante de sus ojos
la terraza
oscurecida por el confuso aleteo
probablemente no de
ángeles?
Tampoco la muerte es un ángel.
En el resplandor de las
columnas, al reencontrarse
con la primera hierba que había visto en una
pradera
cerca de Córdoba.
Más alta que cualquier
árbol.
La muerte de Séneca.
Heiner
Müller