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Séneca.
Sobre la felicidad.
Capítulo
11
Impotencia de la sabiduría epicúrea |
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Cuando digo que no hago nada por el placer, hablo del verdadero sabio,
al cual solamente lo concedes. Pero no llamo sabio a quien tiene algo
por encima de sí, y con mayor razón si es el placer. Pues, dominado por
éste, ¿Cómo hará frente al trabajo y al peligro, a la pobreza y a tantas
amenazas que rugen en torno de la vida humana?. ¿Cómo soportará la visión
de la muerte y del dolor, el estrépito del mundo y tantos enemigos acérrimos,
vencido por tan blando adversario?. Todo lo que el placer le aconseje,
lo hará. ¿Y no ves cuántas cosas le aconsejará?. “Nada vergonzoso –dices-
le podrá aconsejar, porque está asociado a la virtud”. ¿No ves, una vez
más, cuál es ese sumo bien, que necesita de un guardián para ser bueno?.
¿Y la virtud, cómo dirigirá al placer a quien sigue, puesto que seguir
es propio de quien obedece y dirigir del que manda?. Pones detrás al que
manda. ¡Magnífico papel tiene entre vosotros la virtud: probar los placeres!.
Pero veremos si la virtud, entre los que la tratan tan afrentosamente,
sigue siendo todavía virtud, pues no puede llamarse así si cede su puesto;
entretanto, mostraré, que es de lo que se trata, a muchos asediados por
los placeres, sobre los que la fortuna ha derramado todos sus dones, y
que tendrás que reconocer malos. Mira a Nomentano y Apicio en busca de
los bienes –como ellos dicen- de la tierra y del mar, y que reconocen
en su mesa a los animales de todos los países, míralos en su lecho de
rosas esperando su comilona, deleitando los oídos con el sonido
de las voces, los ojos con espectáculos, con sabores el paladar. Todo
su cuerpo es excitado con fricciones blandas y suaves; y para que la nariz
no descanse mientras tanto, se impregna de varios olores el lugar mismo
donde se hacen ofrendas a la sensualidad. Reconocerás que ésos están entre
placeres, pero sin embargo no les irá bien, porque no es del bien de lo
que gozan.
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