EPICTETO
ENQUIRIDIÓN O MANUAL

  II
 
1 Advierte que el fin del desear es obtener lo que se desea, y el fin de la aversión es huir de lo que se pretende evitar. Y como es desdichado el que se ve frustrado de lo que desea, así es miserable el que cae en lo que más piensa evitar. Por lo cual, si tienes aversión solamente de lo que depende de ti (como las falsas opiniones), asegúrate que no caerás jamás en lo que aborreces. Pero si tienes aversión de lo que no depende de ti (como son las enfermedades, la muerte y la pobreza), no dudes que serás miserable, pues que no las puedes evitar, y que has de caer infaliblemente en ellas. 

2 Si quieres ser dichoso, nunca repugnes a lo que no depende de ti; mas transfiere tu odio contra lo que resiste a la naturaleza de las cosas que dependen de tu voluntad. Demás de esto, no desees por ahora nada con pasión; porque si deseas cosas que no dependen de ti, es imposible que no te veas frustrado. Y si deseas las que de ti dependen, advierte que no estás bastantemente instruido de lo que es necesario para desearlas honestamente. Por lo cual, si quieres hacer bien, acércate a ellas de manera que puedas retirarte cuando quieras. Pero todo esto se ha de hacer con medida y discreción. 

III

El verdadero medio de no estar sujeto a turbación es considerar las cosas que son de nuestro gusto o amamos, como ellas son en sí mismas. Has de comenzar el examen por las que importan menos. Por ejemplo: cuando manejas una olla de barro, piensa que es una olla de tierra la que manejas, y que puede quebrarse fácilmente. Porque, habiendo hecho esta reflexión, si acaso se quebrare, no te causara alteración. Asimismo, si amas a tu hijo o tu mujer, acuérdate que es mortal lo que amas, y por este medio te librarás del impensado sobresalto cuando la muerte te los arrebate. 

IV

Antes de emprender alguna obra examínala muy bien. Si has resuelto ir al baño, antes de partir represéntate todos los inconvenientes que se siguen de ir al baño: el echarse agua los unos a los otros, el empujarse para tomar mejor lugar, el darse vayas y el perder los vestidos. No dudes que ejecutarás muy seguramente lo que emprendes si dices en ti mismo: "Quiero ir al baño, pero también quiero observar el modo de vivir que me he propuesto." Sigue esta máxima en todo lo que emprendas; porque por este medio, si te sucede algún inconveniente o alguna desgracia bañándote, te hallarás todo resuelto, y dirás: "No he venido aquí solamente para bañarme, sino también he venido con resolución de no hacer nada contra mi modo de vivir, el cual yo no preservaría si sufriese con algún pesar o desplacer las insolencias que aquí se cometen." 

V

No son las cosas las que atormentan a los hombres, sino las opiniones que se tienen de ellas. Por ejemplo: la muerte (bien considerada) no es un mal; porque, si lo fuera, lo habría parecido a Sócrates como a los demás hombres. No, no; la opinión falsa que se tiene de la muerte la hace horrible. Por lo cual, cuando nos hallamos turbados o impedidos, debemos echar la culpa a nosotros mismos y a nuestras opiniones. Propio de ignorantes es el culpar a otros de las propias miserias. Aquel que a si mismo se culpa de su infortunio comienza a entrar en el camino de la sabiduría; pero el que ni se acusa a sí ni a los demás, es perfectamente sabio. 

   
   
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