EPICTETO
ENQUIRIDIÓN O MANUAL

  XLVI
 
3. En cualquiera parte que estés no digas nunca que eres filósofo ni te pongas a hablar delante de ignorantes de las máximas que sigues; haz solamente lo que ellas te ordenan. Cuando se está en un banquete no es ocasión de hablar de comer con crianza, se debe comer con crianza sin decirlo. Sócrates no reparaba en la ostentación. Jamás hubo persona que sufriese de otros con tanta constancia. Cuando algunos (por menosprecio que hacían de él y de su doctrina) le venían a rogar que los condujese a casa de los otros filósofos y emplease para ello su recomendación, en lugar de disuadirlos los conducía con muchísima cortesía. Muy poco se le daba que prefiriesen la doctrina de otros a la suya. 

4. Si sucede, pues, que se habla de algún axioma de filosofía delante de ignorantes, guarda silencio cuanto te fuere posible, porque hay gran peligro de que vomites lo que aun no has digerido. Si alguno te dice que eres ignorante y no te alteras por ello, sabe que has hecho ya parte de lo que tus preceptos te ordenan. Las ovejas no vuelven a dar el heno ni la hierba que han comido, pero en recompensa engordan y dan leche y lana a sus dueños. Así tú no te has de ocupar en conversar con los ignorantes de tus preceptos, porque es señal de que no los has digerido. Debes instruirlos con tus acciones.

XLVII

Si has aprendido a satisfacer tu cuerpo con poco, no te vanaglories contigo mismo. Si te has acostumbrado a beber agua solamente, no pienses andarte alabando de ello. Y si alguna vez quieres ejercitarte en tu trabajo, ejercítate privadamente y no desees ser visto de los demás, a ejemplo de los que (siendo perseguidos por personas de autoridad) corren a abrazar las estatuas para juntar el pueblo y en este estado gritan que les hacen violencia. Cualquiera que así busca la gloria, la busca por fuera y pierde el fruto de la paciencia y de la frugalidad, porque establece el fin de estas excelentes virtudes en la opinión de la multitud. Cierto que toda afectación en esto es vana e inútil. Si quieres acostumbrarte a la paciencia, toma agua fría en tu boca cuando tienes gran sed y arrójala luego sin tragar una sola gota y no digas nada a nadie.

XLVIII

1. El no esperar nunca de sí mismo ni bien ni mal, sino siempre de cosa extraña, es señal de hombre vulgar e ignorante; como, al contrario, es señal de filósofo esperar de sí mismo todo su mal y su bien.

2. Las señales por donde se conoce que un hombre progresa en el estudio de la virtud son: no reprender, no alabar, no menospreciar ni acusar a nadie, no alabarse nunca de lo que el mismo es ni de lo que sabe, acusarse cuando se le impide o prohibe hacer alguna cosa, burlarse a sus solas de los que le alaban, no enojarse cuando lo reprenden, sino hacer como los que están convalecientes, que andan muy paso a paso por no mover los humores.

3. Tener absoluto poder sobre sus deseos, no tener aversión sino de lo que repugna a la naturaleza de las cosas que dependen de él; no desear nada con pasión; no dársele nada de ser tenido por sabio o por ignorante. En suma, desconfiar de sí mismo como de un enemigo doméstico cuyas asechanzas son dignas de ser temidas.

XLIX

Cuando alguno se alaba de que comprende y puede explicar los libros de Crisipo, dirás para ti: "Si Crisipo no hubiera escrito oscuramente, no tuviera nada de que gloriarse." Además, no es esto lo que busco; mi designio es estudiar la naturaleza y seguirla. Cuando oigo, pues, que el interpretado es Crisipo, léole, y si no le entiendo busco alguno que me lo pueda explicar. Hasta aquí no he hecho aun nada de excelente ni loable, porque cuando haya hallado quien me explique este filósofo me faltará aún lo principal, que es poner por obra sus preceptos; porque si me quedo simplemente admirando la explicación de Crisipo, de filósofo que era me vuelvo gramático. Toda la diferencia que hay es que, en lugar de Homero, explico a Crisipo. De aquí procede que me avergüence más el no poder hacer acciones conformes a sus preceptos que el no entenderle.

L

Observa lo que te he dicho como leyes inviolables que no sabrías quebrantar sin ofender la piedad, y no se te dé nada de todo lo que se pueda decir, pues que esto no está en tu mano ni depende de ti.

LI

1. Hasta cuándo dilatas el aplicarte a estas cosas y a poner en práctica estas excelentes instrucciones? ¿Cuándo cesarás de violar las leyes de la verdadera razón? Ya has sabido los preceptos que debes abrazar, supongo que ya los abrazaste, pero dame alguna señal. ¿Qué maestro aguardas aún para cuya venida retardas tu enmienda? Advierte que ya no eres mozo y que estás en edad de hombre maduro. Si desprecias estos preceptos y no haces de ellos reglas para tus costumbres, te olvidarás de día en día y añadirás término a término y resolución a resolución, y así se te pasará la vida sin que hayas hecho algún progreso en el estudio de la virtud. En fin, vivirás y morirás como el hombre más bajo del pueblo.

2. Ahora, pues, abraza la vida de un hombre que se perfecciona y que aprovecha. Atiende como a ley inviolable a todo lo que te parece lo mejor. Si se te presenta alguna cosa penosa o agradable, gloriosa o infame, acuérdate que es tiempo de combatir, que es menester entrar en la liza, que los juegos olímpicos han llegado y que ya no es tiempo de volver atrás. Mira que importa tu establecimiento al perder o ganar la victoria.

3. Por este medio llegó Sócrates a la grande sabiduría que se ha visto, presentándose a todos sucesos y no escuchando otro consejo que el de la razón. Para ti, que no eres Sócrates, bastaráte vivir como hombre que quiere llegar a ser tan sabio como él. 

LII

1. La primera y la más necesaria parte de la filosofía es la que trata del uso de los preceptos; por ejemplo, "no mentir". La segunda es la que trata de las demostraciones; por ejemplo, "la razón por qué no se ha de mentir". Y la tercera es la que confirma y examina las otras dos partes; por ejemplo, dice "por que la tal cosa es demostración y también enseña lo que es demostración, consecuencia, disputa, verdad, falsedad y todo lo demás".

2. La tercera parte sirve para la segunda y la segunda parte la primera. Pero la primera es la más necesaria de todas y es aquella a que nos debemos aplicar más particularmente. No obstante, obramos todo al contrario. Nos detenemos solamente en la tercera parte y en ella empleamos todo nuestro estudio y nuestro tiempo y nos olvidamos enteramente de la primera. Así no dejamos de saber probar que no se debe mentir, y con todo eso no dejamos de mentir todos los días y a todas horas.

LIII

1. Al principio de todas tus empresas ten siempre en la boca estas palabras: "Condúceme, oh Zeus, y tú, destino, a donde esté ordenado por vosotros que yo vaya. Os seguiré gustoso. Y si no quisiere, por ser malo, aun así os seguiré de igual modo."

2. También dirás algunas veces estas otras: "El que sabe ceder a la necesidad, no caduca en el secreto de la Divinidad."

Mas acuérdate, sobre todo, de aquellas hermosas palabras que dijo Sócrates, estando en la cárcel, a su amigo Critón: "Amigo querido; si los dioses amenazan mi vida con las funestas señales de una horrible tempestad y si han resuelto la sentencia de mi muerte, mi espíritu se somete sin resistir. No pretendo, no, prolongar mis años. Mis dos fieros enemigos, Anito y Melito, son dueños de mi vida y me la pueden quitar. Mi cuerpo, flaco y mortal, les obedece; pero mi espíritu, ¡oh Critón!, está libre de su poder, y aunque su vano furor se vuelve contra mí, no me podrán privar de mi fe ni de mi virtud." 

   
   
<< anterior