EPICTETO
ENQUIRIDIÓN O MANUAL

  XI
 
Nunca digas que has perdido alguna cosa, sino siempre di que la has restituido. Cuando tu hijo o tu mujer murieren, no digas que has perdido tu hijo o tu mujer, sino que los has restituido a quien te los había dado. Pero cuando se nos haya quitado alguna heredad, habremos de decir también que la hemos restituido? Puede ser que pienses que no, porque el que te ha despojado de ella es un hombre malvado, como si a ti te tocara, por cuya mano vuelve tu posesión a quien te la dio. Por lo cual conviene que mientras la tienes a tu disposición la tengas por extraña, no haciendo más caso de ella que el caminante hace de las posadas en que se aloja.

XII

1 Si quieres adelantar en el estudio de la virtud, aparta del entendimiento estos pensamientos: "Si no tengo cuidado de mis negocios, no tendré con qué subsistir; si no castigo a mi esclavo, saldrá malo." Advierte que vale más morir de hambre y conservar la grandeza del ánimo y la tranquilidad del espíritu hasta los postreros suspiros, que vivir en la abundancia con un alma llena de inquietud y de tormento. Advierte, te digo, que vale más sufrir que tu esclavo salga malo que hacerte tú mismo desdichado.

2 Es menester que desde luego te ensayes en las cosas menores. Por ejemplo: si se derrama tu aceite o te roban el vino de tu cueva, haz esta reflexión y di en ti mismo: "A este precio se compra la tranquilidad y la constancia." En efecto, nada se adquiere de gratis, y necesariamente nos ha de costar alguna cosa. Haz lo mismo cuando llamas a tu criado; piensa que no está pronto a tu voz, y que cuando lo esté puede ser que no haga nada de lo que desees que haga. Sea lo que fuere, no permitas jamás que tenga el poder de enojarte, y de turbarte el espíritu cuando él quiera.

XIII

No se te dé nada que el pueblo te tenga por extravagante porque desprecias las cosas exteriores, ni tampoco afectes el parecer hombre suficiente. Si por suerte sucede que se haga algún caso de ti, desconfía entonces de ti mismo. Porque es extremadamente difícil el dejarse llevar de lo exterior y conservar en sí una resolución conforme a la naturaleza y modo de vivir que te has propuesto. Y no puede ser que se haga lo uno sin olvidar lo otro.

XIV

1 Si quieres que tus hijos, tu mujer o tus amigos vivan siempre, has perdido el entendimiento. Porque es querer que dependa de ti absolutamente lo que no depende en manera alguna, y que lo que es ajeno te pertenezca. Asimismo, si pretendes que tu hijo no cometa falta alguna, también eres ridículo, porque quieres que el vicio no sea vicio. Por lo cual, si tienes gana de no ser jamás frustrado en tus deseos, no desees sino aquello que depende de ti.

2 Verdaderamente es dueño de todas las cosas el que tiene poder de retener las que quiere y de desechar las que le disgustan. Cualquiera, pues, que tenga deseo de ser libre de esta suerte, conviene que se acostumbre a no tener deseo ni aversión alguna de todo lo que depende del poder ajeno. Porque, si obra de otra manera, caerá infaliblemente en la servidumbre.

XV

Acuérdate que debes comportarte en la vida como en un banquete. Si se pone algún plato delante de ti, puedes meter la mano y tomar honestamente tu parte; si sólo pasa por delante de ti, guárdate bien de detenerlo o de meter la mano en él temerariamente: antes, espera apacible a que vuelva a ti. Lo mismo debes hacer para con tu mujer, tus hijos, las dignidades, las riquezas y todas las otras cosas de este género. Porque por este medio te harás merecedor de comer a la mesa de los dioses. Empero, si eres tan generoso que rehuses también lo que te presentan, no solamente serás digno de comer a la mesa de los dioses, sino que merecerás tener parte en su poder. Diógenes y Heráclito fueron reputados por hombres divinos (como lo eran en efecto) por haber obrado de esta manera.
 
   
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