EPICTETO
ENQUIRIDIÓN O MANUAL

  XXXIII
 
1. Conviene que te prescribas una cierta manera de vivir o una ley que observes inviolablemente en cualquiera parte que puedas estar, sea conversando entre los hombres o retirado en tu vida privada.

2. Guarda el silencio cuanto te fuere posible. Nunca digas sino lo que absolutamente es necesario, y en ello emplea las menos palabras que pudieres. Cuando se ofrezca la ocasión de hablar, no te pongas a discurrir de los gladiadores, ni de los juegos del circo, ni de los luchadores, ni del comer y beber, ni de todas las demás impertinencias con que la mayor parte del mundo se entretiene. Mas, sobre todo, advierte que en tus discursos no uses de alabanzas ni desprecios, ni hagas comparación de personas.

3. Cuando estuvieres entre tus amigos, si la conversación fuere poco honesta, haz cuanto pudieres para hacerlos mudar de discurso; mas, si estás entre extraños, no hables palabra.

4. No rías mucho, ni a menudo, ni a carcajadas.

5. Si puede ser, nunca jures, y si te excitan a que jures, haz primero todo lo posible para excusarlo.

6. Evita las fiestas populares, y si tuvieras que acudir a ellas, reflexiona y cuida de tus acciones para que no caigas insensiblemente en la manera de obrar del pueblo; porque es menester que sepas que es imposible que dejes de ensuciarte (por más limpio que estés) si te restriegas con tu compañero que está sucio.

7. De todo lo que sirve al cuerpo (como el comer, el beber, los vestidos, las casas y los criados), no tengas más que lo que pide la necesidad y cuanto ha menester el espíritu para estar sano, y desecha todo lo que sirve al lujo y a los deleites.

8. Abstente cuanto te fuere posible del placer de las mujeres hasta que seas casado, y cuando lo seas usa del matrimonio legítimamente y como manda la ley. Mas cuando lo hagas así, no pienses gloriarte de ello y reprender a los que viven de otra manera.

9. Si te vienen a decir que alguno ha hablado mal de ti, no te embaraces en negar lo que ha dicho; responde solamente que no sabe todos tus otros vicios, y que de conocerlos hubiera hablado mucho más.

10. No es necesario frecuentar los teatros; mas cuando hubiere ocasión de ir a ellos, compórtate de modo que parezca que tienes intento de agradarte a ti solo, es decir, que las cosas se hagan de la manera que se hacen y que sea vencedor el que en efecto lo es, porque por este medio todo te sucederá bien y no te alterarás de suceso alguno. Sobre todo te abstendrás de los clamores, de los alaridos y de las emociones del pueblo. Cuando te hayas retirado no te entretendrás en discurrir de lo que ha pasado. Esto no sirve de nada, ni contribuye de ninguna manera a tu enmienda. Si haces de otra suerte, darás a conocer que has admirado el espectáculo y que has participado de las mismas pasiones que el pueblo.

11. No vayas a las lecturas de los poetas y de los oradores, y cuando fueses convidado a asistir a ellas, haz todo lo posible para excusarte. Mas cuando te hallares en ellas, conserva siempre una honesta gravedad y procura que haya firmeza y confianza en tus acciones, y sobre todo guárdate de ser importuno y de enojar a nadie.

12. Cuando tengas que hacer con alguna persona de calidad, considera (antes de emprenderlo) lo que hicieran Sócrates y Zenón en ocasión semejante. Si obras así, seguro estarás de no haber hecho cosa que no sea conforme a razón.

13. Cuando vayas a hablar a algún grande, imagina que no le hallarás en casa, o que estará encerrado, o que las puertas no estarán abiertas para ti, o que te menospreciará. Si, no obstante todo esto, te importa ir, conviene que sufras con paciencia todo lo que podrá suceder; que no murmures contigo mismo, ni al fin digas: "Este hombre la echa de muy gran señor." Tal discurso pertenece al pueblo y a las personas que se preocupan con las cosas exteriores.

14. Cuando te hallares en compañía, no te extiendas demasiado en contar tus hazañas ni los peligros que has pasado. No has de creer que los demás tengan tanto placer de escucharte como tú tienes gusto de discurrir.

15. No pretendas jamás hacer reír, porque además de ser el verdadero medio de caer en el modo de obrar del vulgo, te disminuye el respeto y la estimación que se te debe.

16. Es muy peligroso conversar de cosas deshonestas, por lo cual, cuando te hallares presente, debes (si encuentras ocasión o lo juzgares a propósito) reprender al que te hubiere comenzado el discurso, o por lo menos mostrar, por tu silencio y por el color vergonzoso de tu rostro, que te desagrada la conversación. 

   
   
<< anterior