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Séneca.
Sobre la felicidad.
Capítulo
25
El apego a las riquezas | índice
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¿Pues entonces?. Oíd por qué no las cuento entre los bienes, y en qué
difiere mi actitud ante ellas de la vuestra, ya que estamos de acuerdo
unos y otros en que se deben poseer. Ponme en la casa más opulenta, ponme
donde usen profusamente el oro y la plata: no me admiraré por estas cosas,
que, aún cuando estén en mi casa, están sin embargo fuera de mí. Trasládame
al puente Sublicio y arrójame entre los indigentes: no me despreciaré
por estar sentado entre la multitud de los que tienden la mano pidiendo
limosna; pues ¿qué importa que le falte un pedazo de pan a quien no le
falta la posibilidad de morir?. ¿En resumen?. Aquella casa espléndida
la prefiero al puente. Ponme en el medio de un mobiliario suntuoso y un
lujo refinado: no me creeré en modo alguno, más feliz por tener un manto
suave, por extender tapices purpúreos en mis festines. No seré en nada
más desgraciado si mi cerviz cansada reposa en un puñado de heno, si me
acuesto sobre borra de circo que se sale por los remiendos de una tela
vieja. ¿Qué quiere decir esto?. Prefiero mostrar el alma que tengo vestido
con la pretexta y bien abrigado, mejor que con los hombros desnudos o
medio cubiertos. Que todos mis días pasen según mis deseos, que nuevas
felicitaciones se añadan a las anteriores, no me complaceré por ello.
Cambia en adversidad estos favores del tiempo: que el ánimo sea acosado
por todas partes con daños, lutos, acometidas diversas; que ni una sola
hora esté sin motivo de queja: no por eso maldeciré ningún día: pues he
tomado mis medidas para que ningún día sea nefasto para mí. ¿Entonces?.
Prefiero moderar mis alegrías a reprimir mis dolores. El gran Sócrates
te lo dirá: "Hazme vencedor de todas las naciones; que el carro voluptuoso
de Baco me lleve triunfador desde el Oriente hasta Tebas; que los reyes
de los persas me pidan leyes: cuando más pensaré que soy hombre es cuando
sea saludado por todas partes como dios. Haz que suceda inmediatamente
a tan sublime elevación un cambio brusco: que sea llevado a unas andas
extranjeras para adornar el cortejo de un vencedor soberbio y feroz; no
me humillará más ser conducido bajo un carro ajeno que ir de pie en el
mío". ¿Pues entonces?. Prefiero ser vencedor a ser cautivo. Despreciaré
todo el imperio de la fortuna, pero si se me da la elección tomaré lo
mejor de él. Todo lo que me ocurra resultará bueno, pero prefiero que
acontezcan las cosas más fáciles y agradables y menos molestas para el
que tiene que habérselas con ellas. Pues no creas que hay ninguna virtud
sin trabajo, pero algunas virtudes necesitan estímulos, otras frenos.
Así como el cuerpo debe ser retenido en un descenso y ser impulsado cuesta
arriba, algunas virtudes están en una pendiente, otras al pie de una cuesta.
¿Hay quien dude que suben, se esfuerzan, luchan la paciencia, la fortaleza,
la perseverancia y todas las demás virtudes que se oponen a las adversidades
y vencen a la fortuna?. ¿Y no es igualmente evidente que siguen una pendiente
la liberalidad, la templanza, la mansedumbre?. En éstas retenemos el alma,
para que no resbale; en aquéllas la exhortamos y la incitamos enérgicamente.
Por tanto, aplicaremos a la pobreza las más fuertes, que saben luchar;
a las riquezas, las más cuidadosas, que andan de puntillas y mantienen
su equilibrio.
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