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Séneca.
Sobre la felicidad.
Capítulo
27
El ejemplo de los filósofos | índice
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Mucho más necesario es ordenároslo a vosotros, para que, siempre que aquel
oráculo profiera algo, lo escuchéis atentos y callados. Cuando alguno,
agitando el sistro, miente por orden; cuando alguno, hábil en cortarse
los músculos, se ensangrienta los brazos y los hombros con mano indecisa;
cuando otra aúlla, arrastrándose de rodillas por la calle, y un viejo
vestido de lienzo, con un laurel y una linterna en pleno día, vocifera
que alguno de los dioses está airado, acudís y escucháis y, fomentando
mutuamente vuestro estupor, afirmáis que está inspirado. Pues bien, Sócrates,
desde aquella prisión que purificó al entrar en ella e hizo más honrosa
que cualquier curia, proclama: "¿Qué locura es ésta, qué carácter enemigo
de los dioses y de los hombres es el que infama las virtudes y profana
con palabras malévolas las cosas santas?. Si podéis, alabad a los buenos;
si no, seguid vuestro camino. Y si os gusta ejercitar esa innoble licencia,
atacaos unos a otros; pues cuando deliráis contra el cielo, no os digo:
cometéis un sacrilegio, sino: perdéis el tiempo. Yo di en otro tiempo
a Aristófanes materia de burlas: todo aquel hatajo de poetas cómicos derramó
sobre mí sus bromas envenenadas. Mi virtud fue realzada por las mismas
cosas con que se la atacaba; le conviene ser mostrada y puesta a prueba;
nadie comprende lo grande que es mejor que los que han sentido sus fuerzas
al combatirla: nadie conoce mejor la dureza del pedernal que los que lo
golpean. Me muestro como una roca aislada en medio de un mar agitado,
que las olas no dejan de azotar, por cualquier lado que se muevan; no
por ello la conmueven ni la desgastan con tantos siglos de continuos embates.
Asaltad, acometed: os venceré resistiendo. Todo lo que embiste contra
las cosas que son firmes e invencibles, ejercita su fuerza en su propio
daño. Por tanto, buscad alguna materia blanda y sin consistencia en que
se claven vuestros dardos. ¿Tenéis tiempo para indagar los males ajenos
e indagar a todo el mundo?. ¿Por qué este filósofo vive con tanta amplitud,
por qué cena ese con tanta esplendidez? . Observáis las pupas ajenas,
y estáis llenos de úlceras. Es como si alguien se burlara de las manchas
o verrugas de cuerpos hermosísimos, mientras lo devora una horrible lepra.
Reprochad a Platón haber buscado el dinero; a Aristóteles, haberlo recibido;
a Demócrito, haberlo descuidado; a Epicuro, haberlo consumido; a mí mismo
reprochadme Alcibíades y Fedro. ¡Vosotros seréis bien felices la primera
vez que podáis imitar nuestros vicios!. ¿Por qué no contempláis mejor
vuestros males, que os acribillan por todas partes, unos atacando desde
fuera, otros ardiendo en vuestras mismas entrañas?. Los asuntos humanos
no están en tal situación, aunque conozcáis poco vuestro estado, que os
sobre tanto ocio como para mover la lengua en detrimento de los mejores.
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