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Séneca.
Sobre la felicidad.
Capítulo
6
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“Pero también el alma -se dice- tendrá sus placeres”. Téngalos en buena
hora, y eríjase en árbitro de la sensualidad y de los placeres, llénese
de todas las cosas que suelen encantar los sentidos, después vuelva los
ojos al pretérito y, al acordarse de los placeres pasados, embriáguese
con los anteriores y anticipe ya los futuros, apreste sus esperanzas y,
mientras el cuerpo se abandona a los festines presentes, ponga el pensamiento
en los futuros; tanto más desdichado me parecerá por ello, pues tomar
lo malo por lo bueno es locura. Y sin cordura nadie es feliz, ni es cuerdo
aquel a quien le apetecen cosas dañosas como si fueran las mejores. Es
feliz, por tanto, el que tiene un juicio recto; es feliz el que está contento
con las circunstancias presentes, sean las que quieran, y es amigo de
lo que tiene; es feliz aquel para quien la razón es quien da valor a todas
las cosas de su vida. Los mismos que dijeron que el sumo bien es el placer,
ven en qué mal lugar lo habían puesto. Por eso niegan que se pueda separar
el placer de la virtud, y dicen que nadie puede vivir honestamente sin
gozo, ni gozosamente sin vivir también con honestidad. No veo cómo pueden
cinciliarse estas cosas tan diversas. ¿Por qué, decidme, no puede separarse
el placer de la virtud?. ¿Sin duda por que el principio de los bienes
reside siempre en la virtud, y también nacen de sus raíces las cosas que
amáis y apetecéis?. Pero si fueran inseparables, no veríamos algunas cosas
agradables pero no honestas, y otras, en cambio, virtuosísimas pero ingratas,
y que se han de realizar entre dolores.
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